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El Daño De La Manipulación

 

La revista Psychology Today define la manipulación psicológica como una forma de influencia indebida, donde se juega con la mente y las emociones de alguien para obtener poder, control o beneficios, siempre a costa de la víctima. En otras palabras, es una dominación silenciosa que afecta directamente la libertad de pensar, sentir y decidir. Puede aparecer en la familia, en la pareja, en la política o en lo social. A diferencia de la persuasión, que es clara y abierta, la manipulación actúa de manera silenciosa. Sus efectos emocionales y psicológicos suelen ser bastante profundos.

Rosario, en su artículo “Manipulación psicológica: Cómo detectar y neutralizar a un manipulador emocional”, explica que manipular es distorsionar la mente y aprovecharse de las emociones de alguien para controlarlo y conseguir un objetivo. Para lograrlo, se usan tácticas como mentiras, silencios, culpabilizar al otro, minimizar lo que piensa o siente, entre muchas otras.

Los especialistas hablan de distintos tipos de manipulación. La emocional, que usa el miedo, la culpa o la vergüenza. La psicológica, que confunde, genera dudas y ataca la autoestima. La social, que se apoya en el miedo al rechazo, al qué dirán o a no cumplir con lo que los demás esperan. Y la informativa, que se basa en ocultar, distorsionar o mostrar solo una parte de la verdad. Según María Jesús Álava Reyes, la manipulación emocional busca alterar pensamientos, sentimientos o comportamientos, casi siempre para beneficio propio.

Con el tiempo, las víctimas de manipulación suelen perder la confianza en sí mismas, sienten culpa constante, tienen problemas para tomar decisiones, se vuelven dependientes y su bienestar mental se deteriora. Todo esto puede acabar en ansiedad, depresión o un cansancio emocional muy fuerte. Lo más preocupante es que pasa incluso en relaciones cotidianas, cuando las conductas manipuladoras se repiten de forma continua.

Sin embargo, también es cierto que quien manipula muchas veces lo hace desde su propia herida: baja autoestima, miedos, experiencias pasadas o temor a perder el control. Comprender esas causas es clave para que pueda haber un verdadero cambio.

Ese cambio empieza por reconocer lo que se hace: aceptar que uno manipula, revisar esos patrones y buscar de dónde vienen. La psicoterapia, y en especial la terapia de esquemas, pueden ayudar a romper esas dinámicas. Además, aprender a manejar las emociones, comunicarse de forma clara, poner límites y practicar la empatía son pasos que permiten transformar relaciones de control en vínculos más sanos y equilibrados.

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